No mi casa de Hualpencillo, porque esa se desplazó tres metros hacia la izquierda y se derrumbó en tres esquinas luego del terremoto, pero todavía se puede ver desde del cielo si se mira con atención. Es mi casa de Los Angeles la que no siempre se registra en los satélites.
Ninguna de esas dos casas es mía, realmente. La de Hualpencillo es de doña Luisa; y ella se la arrienda a mi mamá; y es mi mamá la que insiste en que diga que es “nuestra”. La de Los Angeles no es de ninguno de los dos, sino de mi abuelo, pero a él también le gusta decir que todo lo suyo es de nosotros.
Como no tengo del todo claro donde estoy, hice un modelo para entender las cosas de mejor manera, lo que se llama un “modelo a escala”; pero el mío no puede ser a escala porque aunque se los pedí a mi mamá, no tengo los materiales
adecuados, porque según ella no hay plata.
Entonces, uso algodón, cajas de fósforo, tapas de cuaderno, palos de helado, ganchos de ropa (que algunas personas llaman “perros”) y tubos vacíos de papel confort. Autos de juguetes y estampitas de iglesias del norte que le saqué a mi abuela y casas de plástico que imitan la villa, pero no pueden serlo, porque nada es realmente así y la casa de mi abuelo no es de plástico.
Los materiales de la casa son madera, pizarreño, zinc, ladrillo, ladrillo princesa y adobe.
El día que llegamos, el abuelo me dijo que la casa no tuvo nunca los materiales más caros; pero que es más firme que él, y que ha aguantado terremotos peores que éste y que aguantará muchos más. Sin embargo, la asociación internacional de sismología dice que el único terremoto peor que éste, (11 en la escala de Mercalli modificada); ocurrió en Siria en 1201; y no creo que la casa haya estado ahí.
Pero no podría asegurar donde ha estado todas las veces que no ha aparecido en el mapa.